31.7.11

El mal de la última palabra

¿Cómo descubrí que era portadora de este mal?

Días atrás, mientras cenaba con mi hermana, a modo de novela shakespeariana, la ponía al tanto de mi nuevo episodio amoroso. Luego de explicarle que, cual castigo divino, me quedé sin crédito y no pude contestar el último mensaje enviado por EL, no tuvo más ingeniosa idea que responderme: “Aprovechá, es el único modo que no seas vos la última en escribir…”
Ahora, congelemos esa imagen por favor…

Whaaaat?? ¿Qué me quiso decir con eso?

Ok!, basta de perorata... Para qué hacerme la distraída si cada discusión que tengo con mi propia madre concluye diciéndome: “Zapata…si no la gana la empata”, bah, en realidad, cuando digo concluye es sólo una forma de decir, porque siempre tengo algo más para acotar!

Lo que realmente me tranquiliza es que este “mal”, por llamarlo de alguna manera, es hereditario del propio género. Así como lo leen, está científicamente comprobado! Surge, impregnando los glóbulos bancos y rojos de cada mujer al nacer.
No nos entran en los dedos de una mano, ni de dos, ni ayudándonos con los de los pies, las veces que nos quedamos discutiendo solas porque nuestro adversario se marchó de la habitación, cortó el teléfono o sencillamente plantó bandera blanca antes de empezar.

Pero ojo, no siempre se trata de tener la última palabra en una pelea. También practicamos a la perfección ese deporte cuando se trata del amor.
Con una mano en el corazón ¿cuántas veces “ÉL” es el último en mandarte un mensajito?

Ella: “Te quiero mucho.”
El: “Yo también te quiero mucho.”
Ella: “Yo te quiero más.”

Siempre tenemos que ser las últimas en apretar “send”. Es como si no ser las portadoras de las palabras finales en cualquier conversación fuera a provocar la debacle total. Una maldición, en la cual esas palabras no dichas nos perseguirán y atormentarán cual nube negra sobre nuestras cabezas.

Sinceramente, no creo que debamos ser tan extremistas, pero por las dudas, siempre tengan crédito extra en el celular!

Digo…De pronto…Me parece…

(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).