Como todos los domingos a la noche ahí estaba yo, tomando el té de miel y canela mientras leía una revista. Entre varios artículos focalicé uno que hacía referencia a aquellos rituales y rutinas que realizamos las personas.
La autora se explayaba en la importancia de diferenciar un ritual, momento en el cual uno dedica cierta cantidad de tiempo a hacer algo placentero y prepararse para lo que está por venir, de una rutina, actividad que realizamos casi automáticamente, cual maquinaria de una fábrica.
Al mismo tiempo que leía el artículo comencé a reflexionar y caí en la cuenta que mi vida está plagada de rutinas, dejando un lugar casi insignificante a los ritos, como imagino le debe pasar a la mayoría.
Mientras viajamos hacia el trabajo vamos pensando en todo lo que nos espera cuando lleguemos a la oficina, al mismo tiempo que dedicamos el regreso a los pendientes que dejamos para el día siguiente.
Muchos mediodías ni siquiera asomamos las narices por la ventana, sólo atinamos a levantar el teléfono para pedir comida, si es que nos damos el gusto de almorzar.
El bolso que armamos para ir al gimnasio, a la mañana y a las corridas, vuelve intacto por quedarnos terminando “muertos” de último momento. Y así sucesivamente.
Sin embargo, incorporar pequeños rituales en nuestras vidas no es para nada complicado. Podemos aprovechar los viajes de ida y vuelta de la oficina para disfrutar de leer un buen libro, en lugar de tomarnos el colectivo caminar esas cuadras para despejarnos. Aunque no sean más que unos minutos y por más que hayamos llevado comida al trabajo, salir un rato al mediodía a dar una vuelta manzana, armar un compilado de linda música y escucharla mientras preparamos la cena.
No tienen que ser grandes cosas, al menos no para empezar, y ahí radica la clave del éxito. A medida que vayamos incorporando pequeños rituales a nuestra rutina y seamos testigos de los resultados que esto genera no vamos a poder dejar de hacerlo.
Por lo pronto, yo seguiré manteniendo mi ritual de los domingos por la noche, eso sí variando de vez en cuando el sabor del té y la edición de la revista, tampoco es cuestión de caer en la rutina, no?
1.11.11
31.7.11
El mal de la última palabra
¿Cómo descubrí que era portadora de este mal?
Días atrás, mientras cenaba con mi hermana, a modo de novela shakespeariana, la ponía al tanto de mi nuevo episodio amoroso. Luego de explicarle que, cual castigo divino, me quedé sin crédito y no pude contestar el último mensaje enviado por EL, no tuvo más ingeniosa idea que responderme: “Aprovechá, es el único modo que no seas vos la última en escribir…”
Ahora, congelemos esa imagen por favor…
Whaaaat?? ¿Qué me quiso decir con eso?
Ok!, basta de perorata... Para qué hacerme la distraída si cada discusión que tengo con mi propia madre concluye diciéndome: “Zapata…si no la gana la empata”, bah, en realidad, cuando digo concluye es sólo una forma de decir, porque siempre tengo algo más para acotar!
Lo que realmente me tranquiliza es que este “mal”, por llamarlo de alguna manera, es hereditario del propio género. Así como lo leen, está científicamente comprobado! Surge, impregnando los glóbulos bancos y rojos de cada mujer al nacer.
No nos entran en los dedos de una mano, ni de dos, ni ayudándonos con los de los pies, las veces que nos quedamos discutiendo solas porque nuestro adversario se marchó de la habitación, cortó el teléfono o sencillamente plantó bandera blanca antes de empezar.
Pero ojo, no siempre se trata de tener la última palabra en una pelea. También practicamos a la perfección ese deporte cuando se trata del amor.
Con una mano en el corazón ¿cuántas veces “ÉL” es el último en mandarte un mensajito?
Ella: “Te quiero mucho.”
El: “Yo también te quiero mucho.”
Ella: “Yo te quiero más.”
Siempre tenemos que ser las últimas en apretar “send”. Es como si no ser las portadoras de las palabras finales en cualquier conversación fuera a provocar la debacle total. Una maldición, en la cual esas palabras no dichas nos perseguirán y atormentarán cual nube negra sobre nuestras cabezas.
Sinceramente, no creo que debamos ser tan extremistas, pero por las dudas, siempre tengan crédito extra en el celular!
Digo…De pronto…Me parece…
(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
Días atrás, mientras cenaba con mi hermana, a modo de novela shakespeariana, la ponía al tanto de mi nuevo episodio amoroso. Luego de explicarle que, cual castigo divino, me quedé sin crédito y no pude contestar el último mensaje enviado por EL, no tuvo más ingeniosa idea que responderme: “Aprovechá, es el único modo que no seas vos la última en escribir…”
Ahora, congelemos esa imagen por favor…
Whaaaat?? ¿Qué me quiso decir con eso?
Ok!, basta de perorata... Para qué hacerme la distraída si cada discusión que tengo con mi propia madre concluye diciéndome: “Zapata…si no la gana la empata”, bah, en realidad, cuando digo concluye es sólo una forma de decir, porque siempre tengo algo más para acotar!
Lo que realmente me tranquiliza es que este “mal”, por llamarlo de alguna manera, es hereditario del propio género. Así como lo leen, está científicamente comprobado! Surge, impregnando los glóbulos bancos y rojos de cada mujer al nacer.
No nos entran en los dedos de una mano, ni de dos, ni ayudándonos con los de los pies, las veces que nos quedamos discutiendo solas porque nuestro adversario se marchó de la habitación, cortó el teléfono o sencillamente plantó bandera blanca antes de empezar.
Pero ojo, no siempre se trata de tener la última palabra en una pelea. También practicamos a la perfección ese deporte cuando se trata del amor.
Con una mano en el corazón ¿cuántas veces “ÉL” es el último en mandarte un mensajito?
Ella: “Te quiero mucho.”
El: “Yo también te quiero mucho.”
Ella: “Yo te quiero más.”
Siempre tenemos que ser las últimas en apretar “send”. Es como si no ser las portadoras de las palabras finales en cualquier conversación fuera a provocar la debacle total. Una maldición, en la cual esas palabras no dichas nos perseguirán y atormentarán cual nube negra sobre nuestras cabezas.
Sinceramente, no creo que debamos ser tan extremistas, pero por las dudas, siempre tengan crédito extra en el celular!
Digo…De pronto…Me parece…
(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).
4.4.11
Mas sola que perro malo
Y si, finalmente llego, lo que a toda soltera en algún momento de su vida le tiene que llegar, y no, lamentablemente no estoy hablando de un novio, si no de las primeras vacaciones sola…literalmente…SOLA!
Sinceramente, es una experiencia por la que toda mujer debería pasar alguna vez, sin importar el estado marital por el que transite. Aunque, también es cierto, que estando en pareja, una tiene ganas de compartir las vacaciones con su media naranja, o al menos eso indicaría la lógica, por eso es que la soltería termina siendo la excusa perfecta para este tipo de vivencias.
Obviamente no es tarea fácil pasar tanto tiempo con una misma, con sus pensamientos, sus opiniones, sus chistes internos.. algunos bastante malos por cierto, pero como todo en esta vida, esta travesía tiene sus cosas positivas y sus cosas negativas. A saber, podes ir y venir cuando, donde y como quieras; hacer y deshacer los planes como más te guste, sobretodo porque tampoco contas con nadie que proponga un plan más emocionante!
Las fotos dejarán de ser mitad tuyas y mitad de tu acompañante para convertirse únicamente en paisaje, paisaje y más paisaje. Tal vez, si encontras a alguien con cara amigable y que no huya con tu cámara al primer “whiskyyyyyyy”, podes llegar a posar para alguna que otra foto y sino nunca fallan las inagotables autofotos, con las que luego podrás armar un hermoso rompecabezas, con la mitad de tu nariz por un lado, el ojo izquierdo por otro, la frente, la boca y el cuello separados en un bella secuencia.
Al momento de decidir que almorzar o cenar podes hacer las mezclas que se te antojen, condimentar las ensaladas a gusto y piacere, aunque tendrás que limitarte a ciertas comidas o restaurantes según el tamaño de sus porciones, salvo que prefieras comer milanesa a la napolitana como desayuno y merienda de los siguientes tres días!
También debes dejar de lado toda promoción que incluya el famoso y tan deseado 2x1. ¿Por qué querrías tomar dos licuados la misma tarde o contar con dos entradas de cine para ver la misma película, en la misma función??
Todos llaman y escriben porque quieren saber como la estas pasando y si te estas desenvolviendo sin problema, aunque por un momento te invade la sospecha de que hayan armado un organigrama de llamados para chequear que no hayas cometido ninguna locura. Igualmente, algún llamado de vez en cuando viene bien, para mechar con tanto pensamiento propio que no lleva a ningún lado!!
Y si al finalizar el viaje descubrís que irte sola no es lo tuyo, tranquila, todavía tenes un año por delante para conocer a alguien que te pueda acompañar en tus próximas vacaciones!!
Sinceramente, es una experiencia por la que toda mujer debería pasar alguna vez, sin importar el estado marital por el que transite. Aunque, también es cierto, que estando en pareja, una tiene ganas de compartir las vacaciones con su media naranja, o al menos eso indicaría la lógica, por eso es que la soltería termina siendo la excusa perfecta para este tipo de vivencias.
Obviamente no es tarea fácil pasar tanto tiempo con una misma, con sus pensamientos, sus opiniones, sus chistes internos.. algunos bastante malos por cierto, pero como todo en esta vida, esta travesía tiene sus cosas positivas y sus cosas negativas. A saber, podes ir y venir cuando, donde y como quieras; hacer y deshacer los planes como más te guste, sobretodo porque tampoco contas con nadie que proponga un plan más emocionante!
Las fotos dejarán de ser mitad tuyas y mitad de tu acompañante para convertirse únicamente en paisaje, paisaje y más paisaje. Tal vez, si encontras a alguien con cara amigable y que no huya con tu cámara al primer “whiskyyyyyyy”, podes llegar a posar para alguna que otra foto y sino nunca fallan las inagotables autofotos, con las que luego podrás armar un hermoso rompecabezas, con la mitad de tu nariz por un lado, el ojo izquierdo por otro, la frente, la boca y el cuello separados en un bella secuencia.
Al momento de decidir que almorzar o cenar podes hacer las mezclas que se te antojen, condimentar las ensaladas a gusto y piacere, aunque tendrás que limitarte a ciertas comidas o restaurantes según el tamaño de sus porciones, salvo que prefieras comer milanesa a la napolitana como desayuno y merienda de los siguientes tres días!
También debes dejar de lado toda promoción que incluya el famoso y tan deseado 2x1. ¿Por qué querrías tomar dos licuados la misma tarde o contar con dos entradas de cine para ver la misma película, en la misma función??
Todos llaman y escriben porque quieren saber como la estas pasando y si te estas desenvolviendo sin problema, aunque por un momento te invade la sospecha de que hayan armado un organigrama de llamados para chequear que no hayas cometido ninguna locura. Igualmente, algún llamado de vez en cuando viene bien, para mechar con tanto pensamiento propio que no lleva a ningún lado!!
Y si al finalizar el viaje descubrís que irte sola no es lo tuyo, tranquila, todavía tenes un año por delante para conocer a alguien que te pueda acompañar en tus próximas vacaciones!!
24.3.11
La moda que incomoda
37 grados a la sombra…39 de sensación térmica, mediados de enero, pleno Retiro.
Una chica caminaba elegantemente, como si estuviese desfilando sobre la pasarela de un evento en Milán. Lucía un par de botas caña alta, color suela, como Cenicienta ostentaba su zapatito de cristal... y a mi gracias que el calor me había dejado calzar un par de ojotas de goma!
Unas cuadras más adelante y otra “modelo” se cruzaba en mi camino. Desplegaba una camisola de jersey mangas largas, abotonada hasta el cuello, mientras yo flameaba disimuladamente, y a veces no tanto, una musculosa de algodón cada vez que una suave ráfaga de viento se animaba a soplar!
Fue en ese momento cuando me detuve a pensar sobre los sacrificios femeninos. Muchos dicen que ser mujer no es tarea fácil; enfrentar el parto, ser profesionales sin descuidar la casa ni la familia, sobrevivir a la bipolaridad con la que nos enfrentamos 4 o 5 días de cada mes…sin embargo, esos momentos terminan siendo nimiedades comparado con el verdadero martirio que venimos cargando desde hace varios siglos: “ESTAR A LA MODA”.
No importa la hora, ni el lugar, ni los factores climáticos. Ya no hay estaciones ni combinaciones que valgan. Al momento de seleccionar el atuendo de la jornada, lejos están de ser requisitos la comodidad y practicidad de las prendas. La clave es que luzcamos según versan las revistas o los avisos publicitarios, cueste lo que cueste…y no exagero!!
Los flequillos inflados se convirtieron en altos jopos contenidos por invisibles; pilas de hombreras fueron a parar como relleno de algún almohadón; las remeras batik se transformaron en pijamas de verano…
Cuando encontramos fotos del pasado y vemos los peinados y el maquillaje que usábamos no sabemos si reírnos y rememorar esas épocas o prenderlas fuego para eliminar todo tipo de evidencia!!
¿El consuelo? En ese momento las leyes de la moda así lo exigían. Y seguramente de aquí a un par de años la moda vuelva a mutar y nosotras con ella, por eso les dejo una recomendación: vayan quemando las fotos desde ahora!!!
Una chica caminaba elegantemente, como si estuviese desfilando sobre la pasarela de un evento en Milán. Lucía un par de botas caña alta, color suela, como Cenicienta ostentaba su zapatito de cristal... y a mi gracias que el calor me había dejado calzar un par de ojotas de goma!
Unas cuadras más adelante y otra “modelo” se cruzaba en mi camino. Desplegaba una camisola de jersey mangas largas, abotonada hasta el cuello, mientras yo flameaba disimuladamente, y a veces no tanto, una musculosa de algodón cada vez que una suave ráfaga de viento se animaba a soplar!
Fue en ese momento cuando me detuve a pensar sobre los sacrificios femeninos. Muchos dicen que ser mujer no es tarea fácil; enfrentar el parto, ser profesionales sin descuidar la casa ni la familia, sobrevivir a la bipolaridad con la que nos enfrentamos 4 o 5 días de cada mes…sin embargo, esos momentos terminan siendo nimiedades comparado con el verdadero martirio que venimos cargando desde hace varios siglos: “ESTAR A LA MODA”.
No importa la hora, ni el lugar, ni los factores climáticos. Ya no hay estaciones ni combinaciones que valgan. Al momento de seleccionar el atuendo de la jornada, lejos están de ser requisitos la comodidad y practicidad de las prendas. La clave es que luzcamos según versan las revistas o los avisos publicitarios, cueste lo que cueste…y no exagero!!
Los flequillos inflados se convirtieron en altos jopos contenidos por invisibles; pilas de hombreras fueron a parar como relleno de algún almohadón; las remeras batik se transformaron en pijamas de verano…
Cuando encontramos fotos del pasado y vemos los peinados y el maquillaje que usábamos no sabemos si reírnos y rememorar esas épocas o prenderlas fuego para eliminar todo tipo de evidencia!!
¿El consuelo? En ese momento las leyes de la moda así lo exigían. Y seguramente de aquí a un par de años la moda vuelva a mutar y nosotras con ella, por eso les dejo una recomendación: vayan quemando las fotos desde ahora!!!
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17.3.11
Culpables – caso cerrado
Tiempo atrás leí un artículo que Sebastián Wainraich (una de las tantas personas que me hace reír a carcajadas y a quien admiro profundamente) escribió para una revista.
No recuerdo las palabras exactas, pero en esencia el texto hablaba sobre el sentimiento de culpabilidad que nos genera ser los autores de un rompimiento amoroso.
Como hace un tiempo atrás estuve, por primera vez, de ese lado de la ruptura, me sentí totalmente identificada.
Lo cierto es que nunca protagonicé demasiados noviazgos; a decir verdad, ese fue el primero con todas las letras. Las demás, y de esas si que soy experta en el tema, fueron relaciones fugaces. Más fugaces que relaciones, de las cuales siempre terminé siendo la “víctima”.
Formar parte de los dos bandos me permitió descubrir que ser la abandonada tiene todas las de ganar!! Ok, no sé si todas, pero sí, muchas ventajas.
Por empezar, podés maldecir a los cuatro vientos a quien te abandonó, “estás en todo tu derecho”!
Podés patalear, suplicar y porque no, exigir que te dé otra oportunidad, “estás en todo tu derecho”!
Podés permanecer hecha una piltrafa humana durante días o semanas. Incluso llorar mares si te viene en gana, a cualquier hora, en cualquier momento, “estás en todo tu derecho” !
Luego de meses de recuperación o mejor dicho, de “rehabilitación”, podés pasearte con aires de superación (aunque todavía no lo hayas superado totalmente) frente al susodicho y sus amigos, luciendo radiante, al fin y al cabo “estás en todo tu derecho”!
Pero el problema es cuando nosotras somos las “culpables” de la ruptura y todos esos derechos a los que teníamos acceso y utilizábamos con total desfachatez ya no nos corresponden y por el contrario, se nos vuelven en contra.
Si llorás o andás deprimida te cuestionan: “¿Acaso no era lo que querías?”…
“Pensá que tuviste la opción de elegir, el otro simplemente tuvo que aceptar tu decisión”…, te alientan, como si ello fuese un alivio y te hiciese sentir mejor.
Tampoco tenés contra quien regañar porque las cosas no salieron como esperabas.
A aquellas que terminan una relación, las felicitan por su valentía; a quienes son abandonadas, las consuelan diciendo que ya vendrá alguien mejor.
La realidad es que el momento vivido no es feliz para nadie, pero al menos puede servir de consuelo para las actuales solteras, ya que al no tener pareja no serán las futuras víctimas de una separación, ni mucho menos las culpables …al menos de su relación!
No recuerdo las palabras exactas, pero en esencia el texto hablaba sobre el sentimiento de culpabilidad que nos genera ser los autores de un rompimiento amoroso.
Como hace un tiempo atrás estuve, por primera vez, de ese lado de la ruptura, me sentí totalmente identificada.
Lo cierto es que nunca protagonicé demasiados noviazgos; a decir verdad, ese fue el primero con todas las letras. Las demás, y de esas si que soy experta en el tema, fueron relaciones fugaces. Más fugaces que relaciones, de las cuales siempre terminé siendo la “víctima”.
Formar parte de los dos bandos me permitió descubrir que ser la abandonada tiene todas las de ganar!! Ok, no sé si todas, pero sí, muchas ventajas.
Por empezar, podés maldecir a los cuatro vientos a quien te abandonó, “estás en todo tu derecho”!
Podés patalear, suplicar y porque no, exigir que te dé otra oportunidad, “estás en todo tu derecho”!
Podés permanecer hecha una piltrafa humana durante días o semanas. Incluso llorar mares si te viene en gana, a cualquier hora, en cualquier momento, “estás en todo tu derecho” !
Luego de meses de recuperación o mejor dicho, de “rehabilitación”, podés pasearte con aires de superación (aunque todavía no lo hayas superado totalmente) frente al susodicho y sus amigos, luciendo radiante, al fin y al cabo “estás en todo tu derecho”!
Pero el problema es cuando nosotras somos las “culpables” de la ruptura y todos esos derechos a los que teníamos acceso y utilizábamos con total desfachatez ya no nos corresponden y por el contrario, se nos vuelven en contra.
Si llorás o andás deprimida te cuestionan: “¿Acaso no era lo que querías?”…
“Pensá que tuviste la opción de elegir, el otro simplemente tuvo que aceptar tu decisión”…, te alientan, como si ello fuese un alivio y te hiciese sentir mejor.
Tampoco tenés contra quien regañar porque las cosas no salieron como esperabas.
A aquellas que terminan una relación, las felicitan por su valentía; a quienes son abandonadas, las consuelan diciendo que ya vendrá alguien mejor.
La realidad es que el momento vivido no es feliz para nadie, pero al menos puede servir de consuelo para las actuales solteras, ya que al no tener pareja no serán las futuras víctimas de una separación, ni mucho menos las culpables …al menos de su relación!
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13.3.11
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